La comicidad como fundamento del Quijote

Organizadores y participantes en la Mesa Redonda sobre
“La comicidad como fundamento del Quijote: la risa del lector y la risa de Sancho y don Quijote”.

Describo a continuación mi participación como tercer ponente en la Mesa Redonda, celebrada el 24/04/2021 a las 11:00 h. en la sala de conferencias de la Casa de la Torre de El Toboso, dirigida por Dª Isabel Fernández Morales.

 Este evento se engloba en los actos desarrollados entorno a QUEROTE21, en la V Semana Universitaria y Cervantina «Alfonso Ruiz Castellanos» celebrada en Quero (Toledo), promovida por el Dr. Victor Raúl López Ruiz. El título de la Mesa Redonda fue: “La comicidad como fundamento del Quijote: la risa del lector y la risa de Sancho y don Quijote”. Al final de esta publicación hay un vídeo con las participaciones de todos los ponentes.

Moderador: Dr. D. Jesús Sánchez Sánchez.
Ponentes:
Dr. D. Carlos Mata Induráin, Filólogo,
Dra. Dª. Alicia Villar Lecumberri, Filóloga
D. José Manuel González Mujeriego, Investigador.

Aristóteles (384/322 a. C),ya señaló que “El hombre es el único ser viviente que ríe”.

La risa es el resultado de una experiencia cómica. Así Cervantes provoca la risa de los lectores del Quijote, a través de las locuras de Alonso Quijano “El bueno” con sus conductas anómalas, cometidas por el Quijote. Esas conductas son las que le llevan a realizar actuaciones idealistas contenidas en los códigos de conducta y las normas escritas en los libros de caballerías, como la defensa de las doncellas, de los personajes más vulnerables, la de Andresillo que estaba siendo apaleado por Juan Haldudo, o en el episodio de los galeotes, o su lucha con los molinos de viento, etc.  Estas actuaciones y los razonamientos de Sancho, están provocando la risa de los lectores.

Hay quien asegura (Jesús G. Maestro) que lo que en realidad hace Cervantes a través de la comicidad de su obra es criticar a todos los idealistas, a los que defienden el ideal de la belleza, de la perfección, de la justicia… Así vemos cómo se define el propio D. Quijote ante el cabrero:

Como me obliga mi profesión, que no es otra si no es favorecer a los desvalidos y menesterosos” (I,52).

Y así lo define el barbero:

”-¿Quién ha de ser -respondió el barbero- sino el famoso don Quijote de la Mancha. desfacedor de agravios, enderezador de entuertos, el amparo de las doncellas, el asombro de los gigantes y el vencedor de las batallas? (I,52).

 El idealismo conduce al fracaso. Al final siempre se acaba imponiendo el realismo.

La Ironía, el sarcasmo, lo grotesco, lo ridículo, el humor, la sátira son situaciones que nos llevan a la risa. Pero en ocasiones límites, estas figuras nos alejan de la risa y nos llevan a la compasión, como ocurre en el caso de Maritornes, cuando Cervantes la describe minuciosamente, resaltando cruelmente todos sus defectos físicos. Cuando la llama:

una moza asturiana, ancha de cara, llana de cogote, de nariz roma, del un ojo tuerta, y del otro no muy sana: verdad es que la gallardía del cuerpo suplía las demás faltas; no tenía siete palmos de los pies a la cabeza, y las espaldas, que algún tanto le cargaban, la hacían mirar al suelo más de lo que ella quisiera”,  

pero que luego, vemos que es la única que se compadece de Sancho tras su manteo en la venta.

En otros casos la risa sobreviene al lector derivada de la forma de describir determinados hechos del Quijote, como cuando la aventura de los batanes, en plena noche y bajo un ruido ensordecedor, Sancho, muerto de miedo, defeca junto a su amo, percibiendo éste con su fino olfato los olores que aquello desprendía. (risa escatológica del lector por la forma en que Cervantes define la situación)

“ y así lo que hizo (Sancho) por bien de paz fue soltar la mano derecha, que tenía asida al arzón trasero (del albardón), con lo cual bonitamente y sin rumor alguno se soltó la lazada corrediza con que los calzones se sostenían sin ayuda de otra alguna, y en quitándosela dieron luego abajo, y se le quedaron como grillos. Tras esto alzó la camisa lo mejor que pudo, y echó al aire entrambas posaderas, que no eran muy pequeñas. Hecho esto (que él pensó que era lo más que tenía que hacer para salir de aquel terible aprieto y angustia) le sobrevino otra mayor, que fue que le pareció, que no podía mudarse sin hacer estrépito y ruido, y comenzó a apretar los dientes y a encoger los hombros, recogiendo en sí el aliento todo cuanto podía; pero con todas estas diligencias fué tan desdichado, que al cabo vino a hacer un poco de ruido, bien diferente de aquel que a él le ponía tanto miedo. Oyólo Don Quijote, y dijo: ¿Qué rumor es ése, Sancho? No sé, señor, respondió él. Alguna cosa nueva debe ser, que las aventuras y desventuras nunca comienzan por poco”.

….

“Dijo: Paréceme, Sancho, que tienes mucho miedo. Sí tengo, respondió Sancho: ¿mas en que lo echa de ver vuestra merced ahora más que nunca? En que ahora más que nunca hueles, y no a ámbar, respondió Don Quijote”

Es posible que el lector actual que se acerque al Quijote, por primera vez, tenga una percepción de adentrarse a una obra clásica, con aseveraciones y razonamientos profundos, muy alejados de la comicidad, por lo que al encontrarse con determinadas situaciones, de escenas cómicas, se sorprenda gratamente.

Así Cervantes, en el Quijote, hace alusión –directamente- a la risa de sus protagonistas en veinticinco ocasiones. Unas veces habla de la risa de Don Quijote o de Sancho por ocurrencias o anécdotas mutuas, y en otras habla de las risas de otros protagonistas, generalmente derivadas de las ocurrencias de nuestro hidalgo.

Podemos ver como la risa que suscita Sancho Panza, va cambiando a lo largo de la novela. Empieza siendo el escudero bobo, para pasar al escudero gracioso. Algo que se incrementa tras la conversación con don Alvaro Tarfe sobre el Quijote apócrifo de Avellaneda, en donde aparece un Sancho bellaco.

Cabe destacar la crueldad de los duques al poner en aprieto a Sancho y al consentir las burlas de sus doncellas en el lavado de barbas a Don Quijote.

Estas son algunas de las escenas de risa más destacadas en el Quijote:

El Quijote, I, cap. 3: Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo D. Quijote en armarse caballero.

Cuando le pidió al ventero velar las armas en su “castillo” durante toda la noche:

“El ventero, que como está dicho, era un poco socarrón, y ya tenía algunos barruntos de la falta de juicio de su huésped, acabó de creerlo cuando acabó de oír semejantes razones, y por tener que reír aquella noche, determinó seguirle el humor; así le dijo que andaba muy acertado en lo que deseaba y pedía”.

El Quijote, I, cap. 9 Donde se concluye y da fin a la estupenda batalla que el gallardo vizcaíno y el valiente manchego tuvieron

Cuando Cervantes alude al segundo autor de esta historia (Cide Amete) y de esos cartapacios, donde:

“leyendo un poco en él se comenzó a reír: preguntéle que de qué se reía, y respondióme que de una cosa que tenía aquel libro escrita en la margen por anotación. Díjele que me la dijese, y él sin dejar la risa dijo: está, como he dicho, aquí en el margen escrito esto: esta Dulcinea del Toboso, tantas veces, en esta historia referida, dicen que tuvo la mejor mano para salar puercos que otra mujer de toda la Mancha.

(I, Cap. 20): De la aventura de los batanes. De la jamás vista ni oída aventura que con más poco peligro fue acabada de famoso caballero en el mundo, como la acabó el valeroso D. Quijote de la Mancha (Aventura de los batanes)

Aquí vemos que, una vez conocido el origen de esos ruidos, como Sancho se ríe de D. Quijote y éste no lo consiente

 “Cuando Don Quijote vió lo que era, enmudeció y pasmóse de arriba abajo. Miróle Sancho, y vió que tenía la cabeza inclinada sobre el pecho con muestras de estar corrido («enfadado»). Miró también Don Quijote a Sancho, y vióle que tenía los carrillos hinchados, y la boca llena de risa, con evidentes señales de querer reventar con ella, y no pudo su melancolía tanto con él, que a la vista de Sancho pudiese dejar de reirse, y como vió Sancho que su amo había comenzado, soltó la presa de manera que tuvo necesidad de apretarse las hijadas con los puños por no reventar riendo. Cuatro veces sosegó, y otras tantas volvió a su risa con el mismo ímpetu que primero, de lo cual ya se daba al diablo Don Quijote, y más cuando le oyó decir como por modo de fisga: Has de saber, ¡oh Sancho amigo! que yo no nací por querer del cielo en esta nuestra edad del hierro para resucitar en ella la dorada o de oro; yo soy aquel para quien están guardados los peligros, las hazañas grandes, los valerosos fechos.

Y por aquí fue repitiendo todas o las más razones que Don Quijote dijo la vez primera que oyeron los temerosos golpes. Viendo, pues, Don Quijote que Sancho hacía burla dél, se corrió y enojó en tanta manera, que alzó el lanzón y le asentó dos palos, tales que si como los recibió en las espaldas los recibiera en la cabeza, quedara libre de pagarle el salario, si no fuera a sus herederos. Viendo Sancho que sacaba tan malas veras de sus burlas, con temor de que su amo no pasase adelante en ellas, con mucha humildad le dijo: Sosiéguese vuestra merced, que por Dios que me burlo. Pues ¿por qué os burlais? No me burlo yo, respondió Don Quijote. Venid acá señor alegre: ¿paréceos a vos que como si estos fueron mazos de batán fueran otra peligrosa aventura, no había yo mostrado el ánimo que convenía para emprendella y acaballa? ¿Estoy yo obligado a dicha, siendo como soy caballero, a conocer y distinguir los sones, y saber cuales son los de los batanes o no? Y más que podría ser, como es verdad, que no los he visto en mi vida, como vos los habréis visto, como villano ruin que sois, criado y nacido entre ellos; si no, haced vos que estos seis mazos se vuelvan en seis jayanes, y echádmelos a las barbas uno a uno, o todos juntos, y cuando yo no diere con todos patas arriba, haced de mí la burla que quisiéredes».

“¿no ha sido cosa de reír, y lo es de contar, el gran miedo que hemos tenido? A lo menos el que yo tuve, que de vuestra merced ya yo sé que no lo conoce, ni sabe que es temor ni espanto”.

(I, Cap.30)

El propio Cervantes se pregunta: ¿Quién no había de reir, viendo la locura de Don Quijote y la simplicidad de su escudero?.

 “¿Qué te parece, Sancho amigo? -dijo a este punto don Quijote-. ¿No oyes lo que pasa? ¿No te lo dije yo? Mira si tenemos ya reino que mandar y reina (Dorotea) con quien casar.

-¡Eso juro yo -dijo Sancho- para el puto que no se casare en abriendo el gaznatico al señor Pandahilado! Pues ¡monta que es mala la reina! ¡Así se me vuelvan las pulgas de la cama! Y diciendo esto, dio dos zapatetas en el aire, con muestras de grandísimo contento, y luego fue a tomar las riendas de la mula de Dorotea, y haciéndola detener, se hincó de rodillas ante ella, suplicándole le diese las manos para besárselas, en señal que la recibía por su reina y señora. ¿Quién no había de reír de los circunstantes, viendo la locura del amo y la simplicidad del criado? En efecto, Dorotea se las dio, y le prometió de hacerle gran señor en su reino, cuando el cielo le hiciese tanto bien, que se lo dejase cobrar y gozar. Agradecióselo Sancho con tales palabras, que renovó la risa en todos”.

(I, cap. 52): De la pendencia que don Quijote tuvo con el cabrero, con la rara aventura de los deceplinantes («penitentes»), a quien dio felice fin a costa de su sudor».

 “En una lo diré -replicó don Quijote-, y es ésta: que luego al punto dejéis libre a esa hermosa señora, cuyas lágrimas y triste semblante dan claras muestras que la lleváis contra su voluntad y que algún notorio desaguisado le habedes fecho; y yo, que nací en el mundo para desfacer semejantes agravios, no consentiré que un solo paso adelante pase sin darle la deseada libertad que merece. En estas razones, cayeron todos los que las oyeron que don Quijote debía de ser algún hombre loco, y tomáronse a reír muy de gana; cuya risa fue poner pólvora a la cólera de don Quijote, porque, sin decir más palabra, sacando la espada, arremetió a las andas”

Aquí vemos la risa de otros personajes de iglesia, que no dudan en  gozar de la burla y se ríen despiadadamente de  las actuaciones de D. Quijote

En la pelea de D. Quijote y el Cabrero, el cura y el canónigo se reían y azuzaban la pelea.

“El cabrero cogió debajo de sí a don Quijote, sobre el cual llovió tanto número de mojicones, que del rostro del pobre caballero llovía tanta sangre como del suyo. Reventaban de risa el canónigo y el cura, saltaban los cuadrilleros de gozo, zuzaban los unos y los otros, como hacen a los perros cuando en pendencia están trabados«.

Aquí en esta primera parte vemos como, al contrario que las comedias, la historia no tiene un final feliz, ya que acaba con Don Quijote regresando a su casa, molido, en un carro de heno.

2ª PARTE

(II, Cap.25). En donde tiene lugar el episodio del rebuzno, uno de los que resaltan mejor el humor y las limitaciones morales de los humanos. Tan pronto somos capaces de reírnos mientras rebuznamos, como de enfrentarnos, pelearnos y burlarnos.

Aquí vemos la risa de Don Quijote por las ocurrencias de Sancho

(II, Cap. 28): “Que habla sobre la ínsula que D. Quijote prometió a Sancho.

 “Pues, ¿qué tanto ha, Sancho, que os la prometí (la ínsula)? –dijo don Quijote. –Si yo mal no me acuerdo –respondió Sancho–, debe de haber más de veinte años, tres días más a menos. Diose don Quijote una gran palmada en la frente, y comenzó a reír muy de gana, y dijo: –Pues no anduve yo en Sierra Morena, ni en todo el discurso de nuestras salidas, sino dos meses apenas, y ¿dices, Sancho, que ha veinte años que te prometí la ínsula? Ahora digo que quieres que se consuman en tus salarios el dinero que tienes mío; y si esto es así, y tú gustas dello, desde aquí te lo doy, y buen provecho te haga; que, a trueco de verme sin tan mal escudero, holgaréme de quedarme pobre y sin blanca”.

(II, cap. 30) Donde se habla del primer encuentro con la Duquesa y con el Duque, estando de caza. D. Quijote envía a Sancho a ponerse de hinojos ante la Duquesa y ofrecerse como servidor de tan alta señora. Aceptó tan noble Sra. A recibir a D. Quijote, con tan mala fortuna que D. Quijote al apearse de Rocinante se cayó estrepitosamente al no estar bien ensillado por Sancho, quedando colgado cabeza abajo de sus arreos (provocando la risa de todos…). Luego Sancho compara la belleza de la Duquesa con la de Dulcinea, hablando demasiado

Vemos como la risa cruel de los Duques hacia sancho, se torna en alabanza de la duquesa hacia Sancho

“A lo que respondió la duquesa: –De que Sancho el bueno sea gracioso lo estimo yo en mucho, porque es señal que es discreto; que las gracias y los donaires, señor don Quijote, como vuesa merced bien sabe, no asientan sobre ingenios torpes; y, pues el buen Sancho es gracioso y donairoso, desde aquí le confirmo por discreto. –Y hablador –añadió don Quijote».

(II, Cap. 31) Cuando llegan al castillo de los duques, le preparan un recibimiento exagerado, con la única intención de burlarse y reírse de D. Quijote.

Y no solo los duques, sino sus acompañantes. Aquí vemos la risa de otros personajes hacia las actuaciones de D. Quijote y los consejos que le da el canónigo

Y, volviendo la plática a don Quijote, (el eclesiástico, en presencia del Duque) le dijo:

“–Y a vos, alma de cántaro, ¿quién os ha encajado en el celebro que sois caballero andante y que vencéis gigantes y prendéis malandrines? Andad en hora buena, y en tal se os diga: volveos a vuestra casa, y criad vuestros hijos, si los tenéis, y curad de vuestra hacienda, y dejad de andar vagando por el mundo, papando viento y dando que reír a cuantos os conocen y no conocen”.

Aquí también vemos la risa de otros personajes hacia las actuaciones de D. Quijote

(II, Cap. 32)

“Y, sin decir más ni comer más, se fue, sin que fuesen parte a detenerle los ruegos de los duques; aunque el duque no le dijo mucho, impedido de la risa que su impertinente cólera le había causado.
 Acabó de reír y dijo a don Quijote: –Vuesa merced, señor Caballero de los Leones, ha respondido por sí tan altamente que no le queda cosa por satisfacer deste que, aunque parece agravio, no lo es en ninguna manera; porque, así como no agravian las mujeres, no agravian los eclesiásticos, como vuesa merced mejor sabe.

En el episodio de lavatorio de barbas, el Duque permite que sus doncellas se rían de Don Quijote, embadurnándolo de espuma….

 “El duque y la duquesa, que de nada desto eran sabidores, estaban esperando en qué había de parar tan extraordinario lavatorio. La doncella barbera, cuando le tuvo con un palmo de jabonadura, fingió que se le había acabado el agua, y mandó a la del aguamanil fuese por ella, que el señor don Quijote esperaría. Hízolo así, y quedó don Quijote con la más estraña figura y más para hacer reír que se pudiera imaginar.

(II, cap. 50)

La risa entre los protagonistas. Cómo el cura y el bachiller se ríen de Sanchica

“Bien echaron de ver el cura y el bachiller que el paje hablaba socarronamente, pero la fineza de los corales y el vestido de caza que Sancho enviaba lo deshacía todo; que ya Teresa les había mostrado el vestido. Y no dejaron de reírse del deseo de Sanchica, y más cuando Teresa dijo: –Señor cura, eche cata por ahí si hay alguien que vaya a Madrid, o a Toledo, para que me compre un verdugado redondo”

(II, Cap, 52)

También aquí, vemos la risa entre los protagonistas. Cómo Teresa Panza se ríe de las intenciones del barbero y del bachiller.

            “El cura, el barbero, el bachiller y aun el sacristán no pueden creer que eres gobernador, y dicen que todo es embeleco, o cosas de encantamento, como son todas las de don Quijote tu amo; y dice Sansón que ha de ir a buscarte y a sacarte el gobierno de la cabeza, y a don Quijote la locura de los cascos; yo no hago sino reírme, (dice Teresa Panza) y mirar mi sarta, y dar traza del vestido que tengo de hacer del tuyo a nuestra hija”.

(II, Cap. 62).

Aquí vemos nuevamente la risa cruel de nuestros protagonistas por Don Antonio en Barcelona, derivada de la burla, cuando las mujeres de la fiesta acosan a Don Quijote imponiéndole bailar.

 “Con estas y otras razones dio que reír Sancho a los del sarao, y dio con su amo en la cama, arropándole para que sudase la frialdad de su baile”.

También vemos nuevamente la risa de Don Quijote de los ropajes que le habían puesto a Sancho…

“Salió, en esto, de través un ministro, y, llegándose a Sancho, le echó una ropa de bocací negro encima, toda pintada con llamas de fuego, y, quitándole la caperuza, le puso en la cabeza una coroza, al modo de las que sacan los penitenciados por el Santo Oficio”

“Mirábale también don Quijote, y, aunque el temor le tenía suspensos los sentidos, no dejó de reírse de ver la figura de Sancho”.

(II, Cap. 72)

A propósito de la conversación con don Álvaro Tarfe en aquel mesón, cerca de la aldea de D. Quijote, sobre el Sancho que aparece en el Quijote apócrifo de Avellaneda.

Cervantes vemos como compara a “su Sancho” con el de Avellaneda y presume de que, “el suyo” hace reír a cuantos le escuchan:

Y ese don Quijote –dijo el nuestro–, ¿traía consigo a un escudero llamado Sancho Panza?

“Sí traía –respondió don Álvaro–; y, aunque tenía fama de muy gracioso, nunca le oí decir gracia que la tuviese. –Eso creo yo muy bien –dijo a esta sazón Sancho–, porque el decir gracias no es para todos, y ese Sancho que vuestra merced dice, señor gentilhombre, debe de ser algún grandísimo bellaco, frión y ladrón juntamente, que el verdadero Sancho Panza soy yo, que tengo más gracias que llovidas; y si no, haga vuestra merced la experiencia, y ándese tras de mí, por los menos un año, y verá que se me caen a cada paso, y tales y tantas que, sin saber yo las más veces lo que me digo, hago reír a cuantos me escuchan”

En este caso, el propio  Cervantes destaca las ocurrencias graciosas de Sancho, muy diferentes a las del Sancho del Quijote apócrifo de Avellaneda.

Aquí vemos como, al final de la obra, muere Don Quijote.

¿Se puede considerar El Quijote como una obra cómica?

Personalmente no lo creo, aunque solo sea por su final triste en las dos partes. Claro que son muchas las carcajadas que salen espontáneamente de su lectura, muchas veces a costa de la burla.

En cambio, si vemos que hay adaptaciones teatrales como la de Limiar, dirigida por Nuria Gullón y Fran Núñez, en donde titulan: “Don Quijote, una comedia gastronómica” es un espectáculo que combina grandes dosis de humor y locura para dar lugar a esta gastronómica versión de la obra de Cervantes.

Hay que recordar que Cervantes, se veía asimismo como “El escritor alegre” así consta en el prólogo del Persiles

Así le llama aquel estudiante, pardal, que les seguía a lomos de su burra en el camino hacia Toledo, que llegando a ellos (Cervantes y sus compañeros, les dice:

 “¿Vuesas mercedes van a alcanzar algún oficio o prebenda a la Corte, pues allá está su Ilustrísima de Toledo y su Majestad ni más ni menos, según la priesa con que caminan?;

Que luego, cuando el estudiante vio que era Cervantes, le dijo:

 ¡Sí, sí! ¡Este es el manco sano, el famoso todo, el escritor alegre y, finalmente, el regocijo de las Musas!

Cervantes, en mi opinión critica el idealismo de los libros de caballerías y se abraza al realimo de las experiencias vividas, tanto por haber recorrido mucho mundo, como por haber leído mucho. Él asimismo, hemos visto, que se considera un escritor alegre, e intenta reflejarlo en su obra. Muchos de los refranes que citan D. Quijote y Sancho son fruto del acervo popular de la época, al igual que muchas de las anécdotas con personajes, que en muchas ocasiones, se ha demostrado que son reales, como Juan Haldudo, el morisco Ricote, en el Quijote y Antonio de Villaseñor en el Persiles. etc. Un asunto éste que  aún cuesta valorar a determinados investigadores, posiblemente por su falta de interés  en la materia o por el desconocimiento de los archivos de la época y de la zona. A este respecto, cabe destacar a algunos investigadores catalanes (como Martín de Riquert) que si aceptan que alguno de los personajes que cita Cervantes en el Quijote,  existieron allí realmente (como el bandolero Roque Guinart, Rocaguinarda que nació el 18 de diciembre de 1582; tenía pues 33 años en 1615 y que, tras acogerse a un indulto, en 1614 era capitán de Infantería en Nápoles)

Yo creo que nadie duda de que Cervantes se nutría en sus obras de su gran experiencia personal, con innumerables viajes dentro y fuera de España, por sus peripecias  personales con todo tipo de gentes, con los que se halló en sus recorridos bien como soldado, o como alcabalero, y por sus muchas lecturas.

FIN

José Manuel González Mujeriego.

Miembro de la Asociación de Amigos por la Historia de Mota del Cuervo y
Director de su Sección Cervantina.

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En este vídeo se pueden ver todas las participaciones de la Mesa Cervantina, desde Casa de la Torre (El Toboso).

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Las mujeres en la vida y en la obra de Miguel de Cervantes

Últimos momentos de Cervantes, por Víctor Manzano

Para explicar mejor los parentescos entre las distintas mujeres que influyeron en la vida y en la obra de Miguel de Cervantes, nos remontaremos a su abuelo, D. Juan de Cervantes, casado con Leonor de Torreblanca una mujer culta y de buena posición, hija de un famoso médico-cirujano, que se ocupó de dar formación a sus cuatro hijos, incluida a su bella hija mayor, María de Cervantes, que complementaba su belleza con una cultura poco usual en las mujeres de la época, ya que muchas de ellas no sabían leer, ni escribir.

Juan de Cervantes, era un abogado de prestigio que ejercía su profesión en Guadalajara. Muchos de sus servicios los prestaba a D. Diego de Mendoza, Duque del Infantado. Sucedió que, un hijo natural del Duque, nacido de sus relaciones amorosas con una bella gitana, llamado D. Martín Mendoza, y apodado “El Gitano” se encaprichó de María, la hija mayor del abogado Juan de Cervantes y la cortejó, a pesar de que el hijo del Duque, ostentaba su condición eclesiástica como arcediano, o archidiácono de Talavera y Guadalajara.

El padre, como buen abogado, antes de permitir la relación carnal de D. Martín de Mendoza con su hija María, le hizo firmar un contrato por el que “El Gitano” se comprometía a pagar, a una fecha determinada, la elevada dote de 600.000 maravedíes.

 

arbol genealógico de la familia Cervantes

Este es el árbol genealógico parcial de la familia de Miguel de Cervantes, (realizado por José Manuel González Mujeriego, miembro de la Asociación de Amigos por la Historia de Mota del Cuervo). El árbol parte desde su abuelo Juan y llega hasta la nieta del insigne escritor. En este árbol, las mujeres están representadas con un cuadrado con las esquinas redondeadas, y los hombres lo están con los cuadrados normales. Los que contrajeron matrimonio están representados en líneas azules y los que tuvieron solo relaciones amorosas, se representan con líneas rojas.

 

Martín de Mendoza engendró en María de Cervantes a la hija de ambos, a la que llamaron Martina. Pasaron los años y el Duque se fue distanciando de María de Cervantes. A consecuencia de esa separación, le reclamaron al hijo del Duque que cumpliera con su compromiso de pagar lo acordado. Éste, adujo que ya había satisfecho con creces esa cantidad, en forma de regalos, según una larga lista de joyas y otros objetos de valor que presentaron en el juicio, a lo que María de Cervantes adujo, que una cosa son los regalos y otra los acuerdos firmados. Así que el noble alcarreño no tuvo más remedio que pagar lo acordado.

Como consecuencia de ese pleito, la familia de Juan de Cervantes tuvo que abandonar Guadalajara y los dominios del Duque del Infantado, para ello se refugiaron en la vecina villa de Alcalá de Henares, que por aquel entonces pertenecía a la diócesis del Arzobispado de Toledo, con el objetivo de huir de las “garras” y del territorio del poderoso Duque. Una vez establecidos en la ciudad del Cómpluto, vivieron a cuerpo de rey, mientras duraron los maravedíes.

Volviendo al árbol genealógico, vemos que, además de María de Cervantes, el matrimonio Cervantes-Torreblanca tuvieron otros tres hijos, a saber:

Juan de Cervantes, Andrés de Cervantes, (que llegaría a ser alcalde de la ciudad cordobesa de Cabra) y Rodrigo Cervantes (padre del insigne escritor), que  se formó como cirujano sangrador, una especie de practicante de la época que tenía bastantes conocimientos de esa profesión de paramédico.

Rodrigo de Cervantes se casó con Leonor de Cortinas, natural de Arganda, otra mujer culta y decidida, que no dudaría en hacerse pasar por viuda para conseguir un préstamo que permitiera la liberación de sus hijos cautivos. Tras contraer matrimonio con Rodrigo, Leonor tuvo un hijo, Andrés, que falleció al poco de nacer. Más tarde engendraron otros seis hijos: Andrea, Luisa, Miguel, Rodrigo, Magdalena y Juan. Todos ellos personas cultas, versados en letras. Los hombres se formaron también para la milicia. Miguel además se formó especialmente con el humanista Juan López de Hoyos en Madrid.

Andrea de Cervantes, la hermana mayor de Miguel, siguió los pasos de su tía María, fue cortejada, y concertada en matrimonio por Nicolás de Ovando, un joven procedente de una rica familia de solar conocido, naturales de Zamarrillas (Cáceres). Andrea mantuvo relaciones en Sevilla con Nicolás de Ovando, pero no llegaron a casarse. Fruto de esa relación nació Costanza de Ovando, a la cual su padre, Nicolás de Ovando, reconoció dándole su apellido y otorgando una gran dote económica a Andrea, su madre. En esta relación truncada, parece que tuvo que ver el fallecimiento del padre de Nicolás de Ovando, que tras su muerte, pasó el mayorazgo de la familia a Hernando de Ovando, a la sazón caballerizo de la Reina y alcaide de la Mota del Cuervo. Es posible que esa fuera una de las razones por las que Miguel de Cervantes no quisiera acordarse de ese “lugar de la Mancha”, donde su alcalde impidió que su hermana tuviera esos ansiados desposorios con su sobrino Nicolás de Ovando. También es posible que estos Ovando (uno de ellos llegó a ser Oidor de indias) no le favorecieran a Miguel de Cervantes su pase a América, como es posible que hiciera el otro alcalde de Mota del Cuervo, Pedro Muñóz de Otálora, también familiar de un Oidor de Indias. Por otro lado, sabemos que Andrea de Cervantes, declaró en el proceso de Juan de Espeleta (en Valladolid), que era viuda, mujer de Sante Ambrosio, un florentino y que antes estuvo concertada y desposada con Nicolás de Ovando. Por otro lado parece que tuvo relaciones con un italiano: Juan Francisco Locadelo, el cual por los favores recibidos, se compromete –ante escribano público- a donar a Andrea determinados bienes. También parece que tuvo pleitos con Alonso Pacheco Portocarrero, que junto con su hermano Pedro Portocarrero frecuentaban a Andrea y a Magdalena de Cervantes.

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Andrea de Cervantes

Luisa de Cervantes, fue la segunda hija de Rodrigo y Leonor. Esta profesó como carmelita y tuvo una vida plena dedicada a la religión.

Miguel de Cervantes, nuestro príncipe de las letras, era el cuarto de los hijos de Rodrigo y Leonor. Éste mantuvo relaciones con una tabernera, llamada Ana de Villafranca, más conocida como Ana Franca, antes de contraer matrimonio con Catalina de Salazar y Palacios, una mujer culta, natural de Esquivias (Toledo). Fruto de aquellas relaciones de Miguel de Cervantes con Ana Franca, nacería su hija Isabel de Saavedra, a la que Cervantes tardaría muchos años en reconocer como tal y en darle su segundo apellido. En ese reconocimiento y en la incorporación al seno de la familia Cervantes, tuvo que ver mucho la hermana menor de Cervantes, Magdalena, como se detallará más adelante.

Rodrigo de Cervantes, es el quinto hermano de Miguel, el cual estuvo preso como él en Argel. Ambos habían participado en la batalla de Lepanto. Sabemos que Rodrigo se ocuparía posteriormente en el servicio al rey, en la milicia, llegando a ser soldado aventajado y posteriormente alférez.

Magdalena de Cervantes, es la hermana menor de Cervantes, una de las que contribuyeron, junto a Andrea de Cervantes en la aportación dineraria para la liberación de Miguel de Cervantes de su cautiverio en Argel. (Andrea aportó 50 ducados y Magdalena 250). Ambas hermanas siguieron actuaciones parecidas en el sentido de reclamar cantidades dinerarias importantes a hombres de gran fortuna que habían incumplido las promesas de dote o de matrimonio, tras mantener relaciones amorosas con ellos. En el caso de Magadalena, una mujer culta y de buen parecido, que siguió los pasos de su tía María. Recibía hombres de mucho prestigio en su casa, tal es el caso de Alonso Pacheco Portocarrero, el lugarteniente del todopoderoso Juan de Austria, el hermanastro del rey Felipe II. También se le conocieron relaciones con el vasco Juan Pérez de Acelga y con ricos banqueros genoveses.

Juan de Cervantes, es el menor de los hijos de Rodrigo Cervantes y Leonor de Cortinas, del que no se tienen demasiados datos biográficos. En contra de lo habitual en la época, de poner el nombre del abuelo al primer vástago, en esta ocasión esperaron al último hijo para rememorar al abuelo Juan de Cervantes, el abogado que le ganó el pleito al hijo del Duque del Infantado.

Para finalizar, pasamos al siguiente escalón generacional, para referirnos a la sobrina y a la hija de Miguel de Cervantes.

Constanza de Ovando, como se ha dicho, fue hija de Andrea, la hermana mayor de Miguel de Cervantes, y de Nicolás de Ovando. Constanza tuvo relaciones con Pedro de Lanuza, a la sazón hermano del Justicia de Aragón (que fuera decapitado por orden del rey Felipe II). Tras mantener relaciones con ella durante un tiempo, renunció a casarse con Constanza y ésta le ganó un pleito de 1.400 ducados.

Isabel de Saavedra. Según hemos citado anteriormente, Isabel, era la hija de Miguel de Cervantes y de Ana Franca, que, tras casarse sin la aquiescencia de sus padres, y fallecer su primer esposo Diego Sanz del Águila, mantuvo relaciones con Juan de Urbina y Cortinas (¿pariente suyo?), el secretario de los duques de Saboya, que le puso a Isabel un piso en Madrid, donde al parecer llegaría a vivir Cervantes. Fruto de esas relaciones con Juan de Urbina, nacería Isabel Sanz Saavedra, la nieta de Miguel de Cervantes, la cual moriría a los pocos años. Para mantener las formas, en la etapa en la que Isabel mantenía esa relación con Juan de Urbina, la familia Cervantes concertó el matrimonio de la hija de D. Miguel con el conquense Luis de Molina, empleado de una ferrería en Cañizares, en la Serranía de Cuenca, propiedad de Juan de Urbina, donde al parecer estuvo Cervantes en alguna ocasión.

Con esta breve historia de la saga de los Cervantes, pretendo situar al lector en las circunstancias familiares que rodearon a nuestro Príncipe de las Letras, la influencia que tuvieron las mujeres en la vida y en la obra de Miguel de Cervantes, que hicieron posible su rescate de la mano de los Trinitarios, y también la consideración, el respeto y la defensa de los derechos de la mujer, algo difícil de valorar en aquella época, y que Cervantes refleja en muchos personajes femeninos de su obra, donde lo normal en otros autores, como Lope de Vega, es que sus historias acaben en bodas de parecido nivel social, cosa que en las obras de Cervantes no siempre ocurre, y se muestra tolerante en cuanto a las relaciones extramatrimoniales de las mujeres que intervienen en las mismas.

Por: José Manuel González Mujeriego

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Miembro de la Asociación de Amigos por la Historia de Mota del Cuervo y
Director de su Sección Cervantina.

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BIBLIOGRAFÍA

ASTRANA MARIN, L. (2003) Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes, Edición de la Biblioteca Virtual Universal. Buenos Aires.

CERVANTES, M. de (1605/1615) El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, Edición digital interactiva de la BNE. Madrid.

GONZÁLEZ MUJERIEGO, J.M. (2015),Lo que Cervantes calló, Madrid.

KRZYSZTOF SLIWA(2005) Sobre Andrea de Cervantes, Anales Cervantinos, Vol. XXXVII (http://analescervantinos. Revistas.csic.es).

LILLO ALARCÓN, E. (2016) Cervantes o la maldición de los Ovando,  (http://historiademota.com/lillodelamancha/2016/01/18/cervantes-o-la-maldicion-de-los-ovando-otra-vez-mota-del-cuervo-el-lugar-de-la-mancha/)

NAVAS OCAÑA, I. (2008) Las Mujeres del Quijote y la Crítica, Editorial Fundamentos, 2008

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En esta web, además de los aspectos relacionados con la vida de Miguel de Cervantes,   encontrará otros estudios relacionados con ese «lugar de la Mancha» del que Cervantes no quiso acordarse en El Quijote y en El Persioles, como:

Mota del Cuervo y a dos leguas El TobosoMota del Cuervo «El lugar de la Mancha»

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Mota del Cuervo y su naturaleza

Plaza Mayor de Mota del Cuervo coronada por sus siete molinos de vientoOtras crónicas de Mota del Cuervo

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Personajes ilustres de Mota del Cuervo