Otros argumentos que indican que Mota del Cuervo podría ser ese “lugar” de la Mancha.
Como colofón a las entradas publicadas anteriormente en este blog, relativas a las diferentes razones geográficas y las razones históricas, que por si solas ya avalan la teoría de que Cervantes se estaba refiriendo -en «El Persiles» y en «El Quijote»- a Mota del Cuervo como ese «lugar» de la Mancha del que no quería acordarse, vamos ahora a detallar otras razones, no menos importantes, que corroboran esta tesis de José Manuel González Mujeriego, y que refleja -más ampliamente- en su libro «Lo que Cervantes calló»
Iremos desglosando las diferentes razones que apostillan esta teoría y que tienen que ver con razones orográficas, hidrográficas, demográficas, y otras razones y argumentos que señalan indudablemente a Mota del Cuervo como ese «lugar» de la Mancha en la ficción cervatina.
Razones orográficas
En cuanto al relieve del terreno donde se desarrolla parte de la acción, concretamente cuando Cervantes se refiere al regreso desde Barcelona, de Don Quijote y Sancho Panza, indica claramente:
«[…] subieron una cuesta arriba, desde la cual descubrieron su aldea […]. Con esto bajaron de la cuesta y se fueron a su pueblo.»[1]
Conviene tener en cuenta esta circunstancia, que no es baladí, dado que la Mancha es la llanura más extensa y perfecta de la Península Ibérica. Es frecuente en esta zona, ver grandes llanos, a veces con tierras calizas entreveradas por arcilla, hasta el punto de que el río Guadiana y sus afluentes, no han sido capaces de encajarse y erosionarlas, formando en cambio un sistema kárstico de circulación de agua, como el que da origen a las Tablas de Daimiel. En otras ocasiones, debido a esa planicie, se forman lagunas endorreicas, alimentadas por el agua de lluvia, donde el agua solo puede salir de allí por evaporación, lo que las convierte en lagunas salinas, como las que forman el Complejo Lagunar de Manjavacas y otras pertenecientes a la denominada «Mancha Húmeda».
En ocasiones, vemos pequeños montículos que sobresalen suavemente de la altiplanicie manchega, que algunos estudiosos cervantinos han «aprovechado» para hacer subir por allí el camino de don Quijote y Sancho, y luego al bajar de él, descubrir su lugar. Tal es el caso, de la candidatura de Alcázar de San Juan, que tiene dos cerros en sus proximidades, El de la Horca y del San Antón; pero que, lógicamente, son rodeados, o evitados por los caminos más importantes.
En cambio, en el caso de Mota del Cuervo, viniendo desde Barcelona desde nordeste peninsular, por los caminos de la época (Juan de Villuga 1546)— coincidente en su mayor parte por la actual N-420 de Córdoba a Tarragona—, hay una sierra bastante extensa, formada por estribaciones de la Sierra de Altomira, que no queda más remedio que subir, puesto que no es fácil bordearla. Allí es donde todavía, alguno de los siete molinos de Mota del Cuervo aprovecha el viento para moler a la manera tradicional, aunque solo sea para el gozo del visitante. Pues desde allí, desde ese «Balcón de la Mancha», hay una vista espléndida de la población de Mota del Cuervo, que queda abajo, en la falda donde finaliza la sierra y desde donde se divisa la gran llanura manchega y lo que otrora fuera el antiguo y conocido Campo de Montiel. Comenzando por Manjavacas y su complejo lagunar, la Torre de Vejezate, Criptana… Desde esa atalaya se pueden observar muchos pueblos colindantes, como El Toboso, donde puede apreciarse perfectamente su iglesia.

Pocos lugares en la llanura manchega, colindantes con el Toboso y Quintanar, cumplen ese requisito de subir una cuesta y encontrarse abajo el pueblo, como Mota del Cuervo.

Razones hidrográficas
En la búsqueda de razones que justifiquen la afirmación de Cervantes, respecto a temas que tienen que ver con la hidrografía, nos encontramos que el «lugar de la Mancha» tenía que tener un arroyo (no un río) a la entrada del pueblo, con cauce suficiente para que, como se cita en la obra, las mujeres estuvieran lavando ropa.
«[…] partió de muy buena gana al Lugar de Sancho, y antes de entrar en él, vio en un arroyo estar lavando cantidad de mujeres […]»[2].
En Mota del Cuervo, entrando por la carretera de las Mesas —por donde penetra el Camino de Santiago de Levante—, existe el arroyo Córcoles que es alimentado por el aporte de las aguas de lluvia procedentes de la Sierra de Altomira. En sus estribaciones finales de Mota del Cuervo y también, en menor medida, por las aguas subterráneas que provienen de los relieves calizos del sistema acuífero nº 19, bajo dicha Sierra de Altomira, según algunos autores, transcurren por el subsuelo para contribuir a alimentar las lagunas endorreicas situadas en ese término. El único tramo del arroyo Córcoles que aún puede verse, es el que atraviesa la vieja muralla del puente de la Alcantarilla, bajo el antiguo camino real de Madrid a Valencia. Después de unos 700 m, el resto del cauce del arroyo Córcoles está encañado al sistema de alcantarillado municipal de Mota del Cuervo. Anteriormente este arroyo recorría en superficie parte del núcleo poblacional, pasaba justo por debajo de lo que hoy es la calle Córcoles, para luego desembocar en la Acequia Madre. En ésta Acequia Madre desembocaba también la acequia del Rollo, antes de su soterramiento. Este topónimo que recuerda a la desaparecida picota o rollo que hubo en Mota del Cuervo.


En este punto hay que considerar la actual sobrexplotación de los acuíferos de la Mancha, que ha originado la desaparición de muchos arroyos. Pero en la época de Cervantes sus cauces eran mucho mayores. Según Las Relaciones de Felipe II (1575), en la vecina villa de Socuéllamos, atravesada por el río Córcoles (no confundir este río con el arroyo del mismo nombre en Mota del Cuervo), se recogen episodios sobre descargas hidrológicas subterráneas espontáneas y súbitas en superficie: «[…] crecieron tanto las aguas en esta villa que en muchas partes della se hicieron fuentes y lagunas y pantanos, de manera que casi no se podía andar aunque fuese a caballo […]». Esta excepcional elevación del nivel freático de las aguas en aquella zona, con el resultado de inundación y desbordamiento de pozos, duró dos años.
En cambio, son más habituales los periodos de carencia de agua en la zona, que justificarían la afirmación del cura «del lugar» de El Quijote, sobre la existencia de pozos secos, cuando, junto con el barbero, hicieron el escrutinio de la librería de nuestro ingenioso hidalgo:
«Digo, en efeto, que este libro, y todos los que se hallaren que tratan destas cosas de Francia, se echen y depositen en un pozo seco, hasta que con más acuerdo se vea lo que se ha de hacer d’ellos […]»[3].
Vemos como en Mota del Cuervo, existe el topónimo en su callejero «Calle del Pozo Seco» y un pozo que lleva ese nombre, que vemos en la siguiente foto:

También resulta pertinente la afirmación que hace Sancho sobre la caza y la pesca de su pueblo:
«cazando o pescando; que, ¿qué escudero hay tan pobre en el mundo, a quien le falte un rocín, y un par de galgos, y una caña de pescar, con que entretenerse en su aldea? —A mí no me falta nada d’eso —respondió Sancho—.»[4]
En ese sentido, debemos considerar que, en la época de Cervantes, en el Común de la Mancha, todo el territorio era de aprovechamiento común. No existían los términos como ahora se consideran. En cualquier caso, en lo que luego sería el término de Mota del Cuervo, está atravesado por el río Záncara en el sur, donde en aquella época todavía había algunos molinos de invierno, ya que el río solía secarse en verano. También el término es atravesado por el río Saona, afluente del Záncara, en el oeste, cuyo nacimiento está próximo, pero que ya pertenece al actual término del vecino pueblo de Santa María de los Llanos. En ese río, donde hasta hace pocos años estaban en funcionamiento los «Baños de Saona», había dos piscinas naturales, donde nace el río, y una gran balsa donde se bañaban las mulas[5].

En cuanto a la caza, en tiempos de Cervantes debería ser también muy abundante en esta zona, no solo por la liebre o las perdices, sino especialmente en las inmediaciones del Complejo Lagunar de Manjavacas de Mota del Cuervo, por la infinidad de ánades y otras aves migratorias que encuentran en ellas un lugar de descanso o para anidar. Actualmente esta zona está declarada Reserva Natural y está acotada de caza.

Vista de Mota del Cuervo desde su laguna de Manjavacas, donde puede apreciarse el pueblo y la sierra de los molinos al fondo. Esta laguna es muy frecuentada por infinidad de aves migratorias. Muchas de ellas, como los flamencos, han llegado, incluso a anidar en la misma.

El Complejo Lagunar de Manjavacas es un paraíso para las aves. Está declarado como laguna de importancia internacional, porque es capaz de garantizar la reproducción de al menos el 1% de varias especies. Ahora se ha decretado una Reserva de Caza, pero no en tiempos de Cervantes.
Razones demográficas
El «lugar» al que se refiere Cervantes, tiene que tratarse de un pueblo pequeño, es decir con un cura y un barbero, unos pocos hijosdalgo, algún bachiller y muchos pecheros. A continuación vamos a reflejar la evolución de los vecinos en Mota del Cuervo, hasta poco antes de que Cervantes escribiera El Quijote y El Persiles.
Mota del Cuervo tenía en tiempos de Cervantes, según los libros de visitas de la Orden de Santiago entre 1495 y 1603 los siguientes vecinos (entre paréntesis los hijosdalgo o gente pudiente):
Año 1495 |
Año 1498 | Año 1511 | Año 1538 | Año 1575 (*) |
Año 1603 |
Vecinos 190 (5) | Vecinos 196 | 209 Vecinos 438 | 438 (12) | Vecinos 500 (10) | Vecinos 750 |
(*)Este adato está tomado de las Relaciones topográficas de Felipe II, La Mota del Cuervo 01-12-1575 III 738, 739
Estos datos de población constatan que Mota del Cuervo era en tiempos de Cervantes, un pueblo «no muy pequeño, ni muy grande», tal y como él mismo nos da a entender, tanto en «El Quijote», como en «El persiles», donde, en el libro III, cap. 10 dice textualmente:
«El hermoso escuadrón de los peregrinos, prosiguiendo su viaje (desde Quintanar), llegó a un lugar no muy pequeño, ni muy grande, de cuyo nombre no me acuerdo.»
Hemos visto que entre las villas que últimamente se disputan el ser la patria chica de don Quijote y Sancho, destacan: Villanueva de los Infantes y Alcázar de San Juan. Desde el punto de vista demográfico, ambas poblaciones superan en número de habitantes los descritos por Cervantes para situar «el lugar». Si analizamos brevemente sus respectivas situaciones, tenemos:
Población | Fecha | Vecinos |
Alcázar de San Juan | 1530 | 18.480 habitantes (aproximadamente 4.600 vecinos) |
Villanueva de los Infantes | 1575 | 5.200 habitantes (aproximadamente 1.300 vecinos de los que 40 eran hidalgos) |
En el caso de Alcázar de San Juan hay constatación de que en aquella época había numerosas iglesias y, por lo tanto, curas; y que en 1546 ya contaba con su propia Universidad.
Villanueva de los Infantes, por su parte, como capital del Campo de Montiel, tenía además de la parroquia de San Andrés, otras iglesias y conventos (como la Iglesia de la Encarnación y la de la Trinidad), lo que significa que también detentaba un número elevado de curas. En aquella época Villanueva de los Infantes contaba con un vicario, un notario y un alguacil fiscal, un gobernador y su teniente y alguacil mayor, más dos tenientes y escribano y alcaide de cárcel, con diecisiete regidores, un fiel ejecutor y depositario general, además de mayordomo, procurador de concejo y escribano de concejo.
Las dimensiones de ambas poblacionales, invalidan en mi opinión, por sí solas, las posibilidades de ser «el lugar de la Mancha«.
Y para completar esta información, comparamos la situación demográfica, en 1575 (de Las Relaciones de Felipe II), de los otros pueblos que se postulan como «el lugar».
Población |
Vecinos |
Observaciones |
Argamasilla de Alba | 700 (17) | Argamasilla es «El lugar» en el Quijote apócrifo de Avellaneda |
Corral de Almaguer | 334 (38) | |
Miguel Esteban | 80 | No se tiene constancia de que que hubiera hidalgos |
Pedro Muñoz | — | Estuvo despoblado, y en 1575 debería tener muy pocos vecinos, ya que ni siquiera hicieron las declaraciones de Felipe II |
Resumen de las otras razones
Se podrían resumir las otras razones, que junto a las ya citadas (geográficas e históricas), abundan en refrendar la tesis de que Mota del Cuervo pudiera ser el «lugar» de la Mancha al que se refería Cervantes en sus obras de El Quijote y El Persiles:
1) Tener una sierra al noreste que les permitiera al Quijote y a su escudero divisar su pueblo desde arriba, viniendo desde Barcelona a su lugar, y bajar hacia él.
2) Debía haber un arroyo (y no un río) a la entrada donde se pudiera lavar la ropa.
3) El lugar tenía escasez de agua, de ahí que hubiese un pozo seco.
4) En cambio tendría que tener próximo un río para pescar.
5) Contaba con abundante caza en bosques y lagunas.
6) El «lugar» al que se refiere Cervantes, tiene que tratarse de un lugar no muy pequeño, ni muy grande, con un cura y un barbero, unos pocos hijosdalgo, algún bachiller y muchos pecheros.
Otros argumentos
Otro de los requisitos del «lugar de la Mancha» es que debería tener pocos molinos de viento en aquel tiempo, ya que seguían utilizándose los molinos de agua en el río Záncara y Cigüela.
«[…] y siendo apaleado como a cibera lo recoge su paisano Pedro Alonso que venía del molino hacia su pueblo.»[6]
Se tiene constancia de que los vecinos de Mota del Cuervo, en aquella época, seguían yendo a moler a las aceñas del río Záncara y al Cigüela, unos molinos de agua que solo funcionaban en invierno, debido a que en verano no tenían a penas caudal.
Según los Visitadores de la Orden de Santiago, empezaban a construirse ya algunos molinos de viento en la sierra de Mota del Cuervo, cuyo uso estaba reservado a determinadas Encomiendas. Quizás por esa razón, los que redactaron las respuestas a Las Relaciones Topográficas de Felipe II (1575), no citan molinos en Mota del Cuervo, a pesar de que, posteriormente y en tiempos de Cervantes, hubiera algunos de uso privado.
El episodio contra los «treinta o cuarenta» molinos de viento solo podría haberse desarrollado, en los numerosos molinos de Campo de Criptana.
Vemos que aunque don Quijote en su «locura» confunde a los molinos con gigantes, Sancho le apercibe que son molinos de viento, puesto que los conocía de su lugar, y conocía incluso su funcionamiento, como vemos en el siguiente pasaje:
«Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.»[7]

Hemos visto que, otra de las razones que don Miguel de Cervantes quiso dejar claro, es que en «El lugar de la Mancha» no debía haber batanes en aquel tiempo, ya que hace que sus protagonistas se aterroricen ante el ruido de sus espantosos mazazos, movidos por la corriente del agua, para abatanar la ropa. En Argamasilla de Alba, si que había, precisamente, seis batanes de agua documentados en aquel tiempo.

“seis mazos de batán, que con sus alternativos golpes aquel estruendo formaban”[8].
Don Quijote declara abiertamente que no había visto los batanes en su vida.
«Estoy yo obligado, a dicha, siendo, como soy, caballero, a conocer y destinguir los sones y saber cuáles son de batán o no? Y más, que podría ser, como es verdad, que no los he visto en mi vida […]»[9].
Sobre estos batanes, los habitantes de Argamasilla de Alba, declaran en sus Relaciones de Felipe II (1575), lo siguiente:
«Y que asimismo hay en el dicho río y ribera seis batanes: el uno que dicen el batán de la Isla, y otro que está cerca de este le dicen el batán de la Carca, y otro que se llama el batán del Chocano, y otro que se lama de la Parra, y otro que se llama el batán del Espino, y otro que se llama el batán de Santa María.»
Algo que, como hemos visto, contribuye a invalidar la candidatura de la villa de Argamasilla al «lugar de la Mancha«; que tantos años ha ostentado desde que Avellaneda escribiera El Quijote apócrifo. Argamasilla de Alba, como se ha dicho, en aquel tiempo pertenecía a la Orden y priorazgo de San Juan.
También «el lugar de la Mancha» debía tener cerca grandes encinas o carrascas.
«Dícenme que en ese lugar hay bellotas gordas; envíeme hasta dos docenas, que las estimaré en mucho por ser de su mano […]»[10].
En la Mancha, en contra de lo que pueda parecer ahora, hubo grandes bosques de encinas. La demanda de madera y el afán de habilitar terrenos para otros cultivos, hizo que muchas de ellas se cortaran. Apareció un nuevo oficio, el de «toconero», que eran las personas que se encargaban de extraer de la tierra los «tocones» o las raíces así llamadas que quedaban una vez cortado el tronco de las encinas.
En el término de Mota del Cuervo, cerca del paraje de Manjavacas, todavía quedan restos de esos bosques de encinas o carrascas, que en la época de Cervantes eran muy comunes. Aún podemos admirar una encina milenaria, con un gran porte, hasta el punto de que, para abarcar su tronco, son precisas más de seis personas.

Y por último, como colofón anecdótico, vemos que tampoco faltaban en Mota del Cuervo las chozas de pastores, a los que Cervantes alude:
«Advierte, Sancho —dijo don Quijote—, que el amor ni mira respetos ni guarda términos de razón en sus discursos… que así acomete los altos alcázares de los reyes como las humildes chozas de los pastores»[11].

Y por otro lado, a la vista de las numerosas veces que Cervantes cita en su obra a los cántaros, hasta es posible que el autor quisiera hacer un guiño a la ancestral alfarería moteña. Caracterizada por sus famosos y peculiares cántaros, únicos en la Mancha con sus características, fabricados desde antaño por alfareras del barrio de las Cantarerías de Mota del Cuervo. Y vendidos por toda la Mancha por los cantareros, en esos carros donde distribuían magistralmente su frágil mercancía, protegida con el albardín, una planta que abunda en Manjavacas, para soportar aquellos maltrechos caminos de la época, y evitar que chocaran unos contra otros y se rompieran. (De ahí proviene el dicho «no te cantarees»: no te muevas).
Hasta en diez ocasiones Cervantes cita en El Quijote expresiones relacionadas con los cántaros, de las que destacan estas cuatro:
«Así que, desde hoy en adelante, nos hemos de tratar con más respeto, sin darnos cordelejo, porque, de cualquiera manera que yo me enoje con vos, ha de ser mal para el cántaro […]»[12].
«[…] con vuestra merced podré consolarme, pues sirve a otro amo tan tonto como el mío. –Tonto, pero valiente – respondió el del Bosque–, y más bellaco que tonto y que valiente. –Eso no es el mío –respondió Sancho–: digo, que no tiene nada de bellaco; antes tiene una alma como un cántaro: no sabe hacer mal a nadie, sino bien a todos […]»[13].
«—Y a vos, alma de cántaro, ¿quién os ha encajado en el celebro que sois caballero andante y que vencéis gigantes y prendéis malandrines?»[14].
«[…] ¿Qué mejores —dijo Sancho— que «entre dos muelas cordales nunca pongas tus pulgares», y «a idos de mi casa y qué queréis con mi mujer, no hay responder», y «si da el cántaro en la piedra o la piedra en el cántaro, mal para el cántaro», todos los cuales vienen a pelo? […]»[15].


Vale.
Por José Manuel González Mujeriego.
Autor del libro “Lo que Cervantes calló”
Miembro de la Asociación de Amigos por la Historia de Mota del Cuervo.
Notas aclaratorias
[1] El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha II, cap. LXXII.
[2] El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha II, cap. L.
[3] El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha I, cap. IV.
[4] El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha II, cap. XIII.
[5] Nota del autor: Aún recuerdo los peces que había en esa balsa natural y los grandes árboles de su orilla. Ahora con la sobrexplotación de los acuíferos, solo son ríos invernales.
[6] El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha I, cap. IV.
[7] El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha I, cap. VIII.
[8] El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha I, cap. XX.
[9] El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha I, cap. XX.
[10] El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha II, cap. L.
[11] El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha II, cap. LVIII.
[12] El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha I, cap. XX.
[13] El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha II, cap. XIII.
[14] El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha II, cap. XXXI.
[15] El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha II, cap. XLIII.
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